Desde Luján, La Argentina se unió a la Consagración al Sagrado Corazón de María de Rusia y Ucrania por la Paz.
30 marzo, 2022AICA – 25 de marzo de 2022
Mons. Ojea: La Virgen está con los que sufren por la injusticia y la barbarie de la guerra
Desde Luján se rezó por la paz y los argentinos se unieron a la consagración de Ucrania y Rusia al Inmaculado Corazón de María que realizó el Papa.
El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro, presidió hoy la misa en la basílica Nuestra Señora de Luján, en el marco de la consagración de Ucrania y Rusia al Inmaculado Corazón de María que realizó el papa Francisco y a la que se unió la Iglesia Universal, rezando especialmente por el don de la paz en estos países y en el mundo entero.
La Eucaristía fue concelebrada por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli; el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig; el obispo de Morón, monseñor Jorge Vázquez; el obispo de Zárate-Campana, monseñor Pedro María Laxague; el obispo de Azul, monseñor Hugo Manuel Salaberry SJ; el obispo de San Martín, monseñor Martín Fassi; los obispos auxiliares Enrique Eguía Seguí (Buenos Aires), Guillermo Caride (San Isidro), José María Baliña (Buenos Aires) y Justo Rodríguez Gallego (Zárate-Campana); además de los obispos eméritos Oscar Sarlinga (Zárate-Campana) y Ricardo Oscar Faifer (Goya).
También participaron el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, y otros representantes diplomáticos acreditados en el país.
En la homilía, monseñor Ojea recordó que el relato de Caín y Abel es para la Biblia el origen de la guerra, y aplicó este pasaje bíblico a la vida actual, en la que consideró “vivimos una suerte de espiritualidad de guerra”, y lamentó: “Es impresionante la violencia que vamos adquiriendo en el trato social y que se manifiesta en gestos, actitudes, sentimientos y palabras”.
“La guerra en Ucrania representa también la violencia ideológica que reina en nuestra sociedad ejercida sobre el que no piensa ni siente como nosotros”, contextualizó.
En otro momento de su reflexión, monseñor Ojea destacó que “el relato bello y cruel del libro del Génesis se contrapone con el Evangelio” que se escucha en esta solemnidad de la Anunciación.
“Nos detenemos hoy en la figura de María, Madre de Dios y Madre nuestra. Por ella nos ha venido Jesús. En ese corazón dilatado por el amor todos tenemos un lugar, toda la humanidad, pero hoy unidos al Santo Padre queremos consagrar especialmente al pueblo ucranio y al pueblo ruso a sus entrañas de Madre”, expresó.
El presidente del episcopado recordó la anécdota de la madre con muchos hijos a la que le preguntaron quién de ellos quería más, y respondió: “Al que está enfermo hasta que se cure; al que está lejos hasta que regrese; y al que esta triste hasta que su rostro dibuje una sonrisa”.
Con la misma lógica que esa madre, monseñor Ojea se preguntó: “¿A quién quiere más la Virgen en este momento de la historia? ¿A quién quiere más?” y respondió: “Con seguridad a las víctimas de la guerra hasta que llegue la paz, a quienes salieron forzosamente de su patria hasta que regresen, a los soldados del frente de batalla hasta que se reencuentren con sus familias, a los heridos y mutilados hasta que sanen, a los niños que hoy lloran sin entender hasta que vuelvan a sonreír y regresen a sus escuelas y a sus juegos, y a los que han endurecido su corazón y querido esta guerra hasta que se conviertan”.
El obispo argentino reiteró que “por eso, unidos junto al Papa, presentamos y consagramos a María a los que su corazón quiere más en este presente, a todos los hermanos y hermanas que están llevando el peso tremendo del sufrimiento causado por la injusticia y la barbarie de la guerra”.
“Todos formamos parte de este mundo y todo esta interconectado, por eso de algún modo todos tenemos algún grado de responsabilidad en el clima de violencia que vivimos cuyo punto culminante es este momento de guerra. La paz sólo vendrá como fruto de la misericordia de Dios y de la reconciliación fraterna, de allí que al hacer este gesto de consagración tenemos también necesidad de pedir perdón”, sostuvo.
Monseñor Ojea invitó a recitar algunas partes de una oración que hace pocos días presentó el pontífice:
“Perdónanos la guerra, Señor.
Señor Jesús, Hijo de Dios, nacido bajo las bombas de Kiev, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, muerto en brazos de la mamá en un bunker de Karkiv, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, enviado al frente con 20 años, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús que todavía ves manos armadas a la sombra de tu cruz, ten piedad de nosotros.
Perdónanos si estas manos que has creado para custodiar se han transformado en instrumento de muerte.
Perdónanos si seguimos como Caín tomando piedras de nuestro campo para matar a Abel.
Perdónanos si seguimos justificando con nuestro cansancio la crueldad, si con nuestro dolor legitimamos la brutalidad de nuestros gestos.
Perdónanos la guerra Señor.
Que no se haga nuestra voluntad, no nos abandones a nuestras acciones.
Detenénos Señor, detenénos
Y cuando hayas detenido la mano de Caín cuida también de él, él es también nuestro hermano.
Detenénos Señor. Amen.”
María Reina de la Paz, ruega por nosotros.