“Soñemos con una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos” – Arzobispo Jorge Ignacio García Cuerva
13 julio, 2023Por Virginia Bonard
Hoy 15 de julio de 2023 en la ciudad de Buenos Aires, asumió como arzobispo porteño monseñor Jorge Ignacio García Cuerva. Lo sucede al cardenal Mario Aurelio Poli quien durante 10 años estuvo al frente de esta arquidiócesis y llegara a la capital argentina cuando quien fuera su arzobispo —cardenal Jorge Bergoglio— fue elegido Papa Francisco el 13 de marzo de 2013.
Dentro de la Catedral se inició el rito de toma de posesión de la sede arzobispal, con la presencia y anuencia del nuncio apostólico en la Argentina, monseñor Miroslaw Adamczyk, los neo cardenales monseñor Víctor Fernández, Ángel Rossi y el padre Luis Dri, obispos y arzobispos de todo el país y muchísimos sacerdotes de CABA y GBA.
La misa propiamente dicha se celebró en las escalinatas de la Catedral, mirando hacia la Plaza de Mayo junto al pueblo de Dios que se congregó para esta fiesta de bienvenida y fue presidida por el arzobispo Jorge García Cuerva, y concelebrada por los obispos Gustavo Carrara, Ernesto Giobando, Joaquín Sucunza, Víctor Fernández, Ángel Rossi, Mario Poli, Miroslaw Adamczyk, Oscar Ojea, Enrique Eguía Seguí, Alejandro Giorgi y José María Baliña.
“Te deseamos lo que Dios quiere”
El cardenal Mario Poli le dedicó unas preciosas palabras de bienvenida y afecto al nuevo arzobispo citando al queridísimo obispo argentino Fernando Maletti, fallecido el 8 de marzo de 2022:
“Sabemos que venís de parte de Jesús, guiado por el Espíritu, animado por el vicario de Cristo, nuestro Papa Francisco. Voy a citar a monseñor Maletti [aplausos], los laicos, los consagrados y consagradas, los seminaristas, los obispos de Buenos Aires te deseamos que tengas larga vida al servicio de esta Iglesia que bautiza y celebra los misterios de la salvación, no solo a los porteños sino a todos los hermanos que conviven con nosotros. Y ahora te deseo lo que nuestro pastor Maletti deseaba a todos: ‘Te deseamos lo mejor, lo que Dios quiere, porque no hay nada mejor que lo que Dios quiere para cada uno de nosotros’. Que seas muy feliz y mucho más —seguramente—, Dios te bendiga”.
Ejes principales de la homilía del inicio pastoral pronunciada por el arzobispo Jorge García Cuerva: Carfanaúm de ayer, Buenos Aires de hoy
- Jesús está entre nosotros: en nuestras calles, en nuestros barrios, en cada hermano y hermana que nos cruzamos en la vida vertiginosa de la ciudad.
- Nadie puede quedarse lejos de la presencia de Jesús, aunque parezca, tantas veces, que no hay lugar para uno más.
- Que nuestro corazón sea como el de esos cuatros hombres [del Evangelio de hoy] deseosos de hacer lugar para un hermano más.
- Soñemos con una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos. Lugar para todos en el corazón, lugar para todos en nuestras comunidades; y también lugar para todos en la ciudad, sin excluidos, forjando la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte y la indiferencia.
- Hay personas, familias, amigos que están sufriendo; que se sienten lastimadas en su esperanza: los más de 16.000 fallecidos por Covid en la ciudad; los ancianos abandonados o dejados de lado; quienes sufren adicciones, violencia en todas sus formas, angustia y pánico; quienes viven en situación de calle o en viviendas precarias, o tantos y tantas que, desvelados, hacen “malabares” buscando llegar a fin de mes.
- No podemos darnos el lujo de seguir alimentando la fragmentación en lugar de la esperanza. ¡Cuánta necesidad tiene nuestra ciudad, nuestra sociedad, nuestra Iglesia diocesana de ver esas manos tan distintas sosteniendo juntas esa camilla que reclama esperanza! La fe de estos hombres, se concretizó en ese gesto de querer trabajar juntos, y despertó un mensaje profético para el Cafarnaúm de aquel tiempo y para el Buenos Aires de hoy.
- Con confianza podemos contarle al Señor de nuestras parálisis personales y de nuestras parálisis sociales y eclesiales. Contarle al Señor que no podemos caminar sin Él, que sin Él nos gana la pereza y se nos va “achanchando” el alma. Necesitamos de una fuerte conmoción del Espíritu Santo que nos sacuda, nos desinstale, nos cargue de alegría y nos apasione. Es Él quién puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno; la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense o sea distinto, merece todo mi respeto y consideración.
- Una gran tentación que estamos invitados a “vigilar”. La tentación de sentarnos sobre nuestros prejuicios, sobre la superficialidad del poder, la tentación de apoltronarnos en nuestro orgullo y soberbia.
- Es primordial cuidarnos de la sutil atracción de las confabulaciones, del aparente regocijo del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por detrás; y mucho menos de aquellos que se animan a jugarse la vida y hacer algo por los demás.
- No fomentemos la profundización de la grieta, a la que, me escucharán siempre decir que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo.
- Jesús también nos convoca, impulsa y acompaña a unir nuestras manos para acercar su unción a los caídos, a los rotos, a los solos, a los más pobres; a los paralizados por la droga, la prostitución y los diferentes tipos de explotación; a quiénes por la crisis económica y por tantas otras pandemias de nuestro siglo XXI han sido contaminados en su diario vivir.
- Levántate. Toma tu camilla. Vete a tu casa.
- Levantemos el techo del “no se puede”; levantemos el techo del “siempre se hizo así”.
- Hagámoslo caminando juntos, de manera sinodal.
- De mi parte, al inicio de esta misión, quiero comprometerme a trabajar en equipo con los obispos auxiliares y vicarios. Trabajar en equipo especialmente con los sacerdotes; trabajar en equipo con las religiosas y religiosos, trabajar en conjunto con los laicos y laicas, con los distintos actores que forman parte de nuestra arquidiócesis. Y, a la vez, buscar las manos, el consejo y la amistad de nuestros hermanos y hermanas que profesan otros credos, y de todas las personas de buena voluntad que enriquecen y hacen a la identidad de nuestra querida ciudad.
- Que el chiquitaje no nos gane, y no nos consolemos con vuelos rastreros. Volemos alto y soñemos en grande.
UNAS GRACIAS GRANDES
ABRAZOS QUE NO TENÍAN FIN
Al terminar la misa, monseñor García Cuerva saludó uno a uno a todos los que se iban acercando dando una palabra, un gesto de cariño, un agradecimiento. Y tantos abrazos.
Los sonidos de los bombos y redoblantes de las murgas se apagaban de a poco. Sin embargo, una alegría grande se instaló en los corazones de la feligresía asistente: se notaba en el aire que un genuino vibrar de esperanza que mueve una vez más a una Iglesia porteña en salida a la que nos impulsa nuestro Papa y nos hace cada día más hermanos.
Viva la Virgen de Luján y sus peregrinos!!!